-¿Cuál es su respuesta?
-Que el amor es reverencia, culto, gloria y la mirada puesta en lo alto. No es una venda para las llagas mugrientas. Pero no lo saben. Los que hablan del amor más promiscuamente son los únicos que nunca lo han sentido. Hacen una especie de guiso insulso de simpatía, compasión, desprecio, indiferencia general, y a eso llaman amor. Una vez que se siente lo que significa amar, la pasión plena por la elevación plena, tal como usted y yo la conocemos, se es incapaz de algo inferior.
-¿Qué significa que usted y yo la conocemos?
-Es lo que sentimos cuando contemplamos algo como su estatua. No hay perdón ni compasión. Yo mataría a un hombre que me asegurase que la hay. Pero vea: cuando ese hombre mira su estatua, no siente nada. Eso y un perro con una pata rota son lo mismo para él. Hasta siente que se torna algo más noble al vendar la pata del perro que al contemplar su estatua. De modo que si alguien busca un destello de grandeza, si anhela exaltación, si busca a Dios y se niega a lavar las heridas, lo llaman enemigo de la humanidad, porque ha cometido el crimen de conocer un amor que la humanidad no merece.
Te amo, Te amo tanto que nada me puede importar, ni siquiera tu misma. ¿Comprendes esto? Sólo mi amor, no tu respuesta. Ni aún tu indiferencia. Nunca he tomado mucho del mundo. No he querido mucho. Realmente, nunca he querido nada. ni de una manera total, ni con esa especie de deseo que se transforma en un ultimátum, un "sí o no", y ante el que uno no puede aceptar el "no" sin dejar de existir. Eso es lo que eres para mí. Pero cuando se alcanza esa etapa, no es el objeto el que interesa, es el deseo. Tú no, pero yo sí. La facultad para desear así es la única cosa digna de ser sentida y honrada. Y nunca experimenté eso antes. Nunca he sabido decir "mío" acerca de nada. No en el sentido en que hablo de ti. Mía. ¿Lo llamaste un sentido de la vida como exaltación? Tú dijiste eso. Tú lo comprendes. No puedo sentir temor. Déjame decírtelo, te amo.