jueves, diciembre 22, 2005

Él & Ella (Historia conjunta creada por Viri et Draco)

Iba caminando, comprando unas cosas para la época de navidad, me encanta ir de compras, tan solo ver lo nuevo que hay en los aparadores. segui viendo las tiendas de la calle 5 de feb, los tacones me estaban matando. iba caminando y a lo lejos vi un caballero q salió de un restaurante, se veía galante, en primera impresión me atrajo: piel blanca si asi se puede llamar o moreno claro, cabello negro, barba de candado, unos 33 años, 1.80m, ojos obscuros pero con pestañas grandes, lo suficientemente bellos para seducirte... un estilo ingles y antiguo de vestir. Pero seguramente tiene compromiso pues es demasiado guapo y no creo q la fortuna lo haya dejado sin una acompañante, así q no le doy importancia y continuo mi trayecto. a lo lejos veo una librería de artículos usados de esas q ya casi no se ven a diario, me da curiosidad y me acerco y me detengo a hojear algunos libros antiguos q estaban al rayo del sol expuestos para ser vendidos de la forma más barata presumible.

Bellos tacones, un caminar y un porte sin igual. no podía dejar de mirarla, simplemente me sentía atraído por su silueta. caminaba por esas calles llenas de gente en medio de mi soledad. El frío me abrazaba como un viejo amigo pero lo ardiente de aquella mujer simplemente calentaba mi corazon: cabello castaño, no sé si obscuro o claro, rizada su cabellera, ojos verdes esmeralda con grandes pestañas, nariz fina un tanto respingada, pero no demasiado; labios carnosos pero no exagerados; esbelta, pero con formas, no exhuberante; de cutis rosado y saludable, simplemente perfeta. Sentía correr la sangre por mi torrente vena por vena.

Conforme hojeaba el libro q tenía en mis manos, por extraño q esto sea, un papel cayó de entre las páginas era manuscrito y en el momento en q agaché para tomarlo, una mano decidida se adelanto a lo q iba a hacer. Era una mano fuerte y agradable. El aroma de esa persona me embriago sin darme cuenta, era mezcla de tabaco y agún sutíl aroma varonil.

Su mano débil y sutil me atrajo mas alla de aquel papel que pr instantes tenía bajo mis pies. Era ella. Nuevamente el pulso se me agitó trate de que no se notara y como por algún factor del destino me sentí impuslado a saber su nombre, una serie de preguntas sin contestar, pero mi lengua solo pudo pronunciar "se le cayo esto". Espere unos segundos a que sus labios pronunciaran algunas palabras.

No pude verlo a los ojos, era aquel apuesto caballero de la otra acera. Tomé el papel y simplemente lo guardé en el libro y sin saber porq solo lo dejé encima de los demás. Me fui con paso deprisa para poder huir de la verguenza q sentía, no sé porq pero sentí su cálida mirada en mi espalda y no tuve más remedio q voltear, me seguía mirando y lo único q pude hacer fue girar la cabeza de nuevo, y sonreir para mis adentros. En eso giré la esquina y pensé "nunca más lo volveré a ver". Estaba triste por no haber hecho nada más.

Sólo contemple su altiveza. Ya nada mas importaba, volvía a estar solo, solo en esa noche de penumbra. Pero su aroma, su dulce aroma no lo podía apartar de mis sentidos, ni sus pupilas tímidas de mis ojos.

Seguí caminando por las calles, las luces ya se prendían en cada tienda, solo los cafés mantenían el servicio abierto. De pronto sentí menos peso bajo mi brazo izquierdo. ¡Había olvidado el paquete en algún lado! Lo acababa de comprar.

Atraído por una sensación extraña, quede perplejo por algunos segundos. De pronto... miré en la esquina que doblaba la calle, y encontre un pequeño paquete no repuse ni un segundo en recogerlo; cosa que un hombre del corte y educacion de mi talle nunca haría. Estupefacto, era su aroma, su sutil aroma, pero hubiese sido una gran coincidenca. Rechace aquella idea pueril dada a la enagenación que tenía por aquella mujer unos minutos antes.

Traté de regresar a la librería donde pensé q lo había dejado, pero no tuve suerte. Apenas alcancé a llegar antes de q el encargado la cerrara. Me dijo q no había visto nada. No sabía q hacer, triste, regresé sobre mis pasos y traté de imaginar que pudo haber ocurrido. Un pensamiento fugaz invadió mi mente; no, no pudo ser como sería posible, no creo q haya pasado. Lo deseché tan pronto como había llegado. Estaba cansada de mis pies, había caminado mucho en el día, y comenzaba a darme hambre. Mi hermano pronto me recogería.

Otra vez esa bella mujer a lo lejos, un tanto desesperada. Vi como venia en camino de donde me encontraba situado. Las manos me sudaban, el estomago se me hacia añicos, hacía tantos años que no me sentía de esa manera, no desde mi juventud.

El aroma del chocolate caliente invadió mi apetito, giré a mi derecha y cruzando la calle estaba una cafetería abierta, de aspecto bohemio, no me importó y crucé para entrar y pedir una mesa, tenía menos de media hora antes de que mi hermano llegara, así q decidí ordenar aquel delicioso chocolate que había degustado con mi olfato.

Vi como entraba en aquel establecimiento, no hacia mas que desear hablarle. Impávido como un niño al que se le regala un juguete nuevo, no sabia su cruzar y hablarle. ¿Pero cual seria el motivo? Mire nuevamente el paquete que tenia entre mis manos, y este orientó una idea. Sin embargo, pense que sería muy atrevido. Decidi cruzar la calle, y al asomarme por la ventana del cafe observe que se encontraba acompañada. mi corazon se hizo trizas, un nudo de saliva impedia de mi boca las palabras.

Había llegado mi hermano, estaba tiritando de frio y le dije que se sentara. Le ofrecí un biscocho q estaba en la canastita y como antaño lo miró y en seguida pidió un chocolate. Se disculpó por q se le había hecho tarde, le dije q no se preocupara, q no era de importancia, y le dije q había perdido uno de los regalos q había comprado. Al tomar un sorbo del chocolate casi me ahogo, en el reflejo de los anteojos de mi hermano vi dibujada una silueta en la ventana del café.

De pronto un dejo de madurez me tomo en el aire, no podía concebir mi comportamiento ante esta bella mujer de cuya fantasía me habia hecho preso. Agache la cabeza y mirando hacia el suelo decidi depositar aquel paquete en los escalones de aquel cafe y darle velocidad a mi paso, ya un tanto cansado, solo queria llegar a casa y recostarme.

No sabía q hacer, tomé a mi hermano del brazo y le pregunté casi en silencio si en la ventana estaba de pie un caballero guapo de barba y abrigo. Me dijo q si sin importancia. Giré inmediato y vi como aquél apuesto caballero se alejaba, no sin antes dejar en la entrada un paquete, ¡mi paquete! Estaba feliz, lo había encontrado de nuevo. Me levanté de la mesa inmediato y fui corriendo a la puerta, voltée para los dos lados mientras recogía mi paquete, no pude hacer otra cosa más q gritar "¡¡Espere!!".

Escuche una dulce voz melodiosa en medio de la calle. No sabia si se dirijia a mi persona o seguro era para alguien más. Me disponia a tomar un taxi.

Tonta de mi, ¿q hacía? no sé porque le dirigí la palabra, no lo conocía, sin embargo deseaba hacerlo, pensé que simplemente le daría las gracias gentilmente explicándole q ese era mi paquete; pero me quedé pensando en cómo sabía él que era mío, segúramente él lo tomó y fue un gancho para poder hablarme. Volví a gritarle instintivamente que se detuviera, pero parecía no escucharme.

Voltee con aire seductor, como cualquier hombre lo hubiera hecho ante bella presa. ¡¡Diablos!! era ella, las piernas se me doblaban.

Caminé sin prisa hacia donde estaba él. Mi hermano ya se había hecho presente en el umbral del café.

Voltee y mire sus ojos.Esos bellos y grandes ojos, donde habia hundido algunas de mis pasiones minutos antes. y solo le dije... "Buenas noches, ¿es a mi a quien habla?"

De forma gentil y serena, no como sentía latir mi corazón en ese instante, le dije: " muchas gracias por devolverme mi paquete, es usted muy amable". Un segundo, eterno para mi sentir, se hizo presente el silencio entre los dos.

Quedé cegado por la perfección de su rostro que pude distinguir en medio de la luz de las calles. Esa dulce y suave piel que solo me daban ganas de acariciar con besos. Sin embargo, serene mis deseos.

No sabía q hacer ni que decir, comencé a juguetear con el paquete, me intimidaba como me miraba aquel apuesto hombre.

Y le dije: "No fue nada, ni siquiera sabia si era de usted".

El silencio al fin se rompio.

"Sólo me precipite a ponerlo en aquella puerta, en ese establecimiento, pues veo que viene acompañada, ¿no es cierto?"

Su voz era perfecta, segura, armoniosa, fuerte y delicada a la vez, sentía como tan solo su voz me acariciaba todo alrededor de mis hombros invitándome a desmayarme justo frente a sus pies. Solo miré sus labios moverse pero no comprendí lo q decía, de pronto, mi hermano me gritó: "¿está todo bien?". Al fin reaccioné, giré y le dije "Si".

Me invadieron unos horribles celos. Aquel hombre de buen porte venia justo tras ella. Senti un enojo comprimido en el estomago. A lo que repuse con voz energica "pues mi taxi espera, señorita".

Volví a mirar a aquel hombre de ojos negros como la noche, tan profundos que deseaba perderme en ellos y simplemente le dije gracias.

"Veo que viene usted acompañada."

No sabía porq tenía esa actitud, había cambiado y yo no sabía porq. Lo miré con ojos de ternura para q no se alejara de mi, quería alargar este instante lo más q pudiera.

"Vaya... creo que la esperan". En realidad el sentido de mis palaras era inverso, queria que se quedara. Pero aquel buen hombre, objeto de mis celos estaba ahi, parado, tomandola de los hombros.

No supe q contestar, mi hermano estaba detras mio. Le dijo, "muchas gracias caballero, es usted muy amable al preocuparse por devolverle el paquete". Sentí entre los cordeles algo q no debía estar ahí, era una tarjeta q no estaba antes.

Con un poco de atrevimiento y aun no se porque lo hice, tome su delicada mano y la bese en simbolo de despedida, solo repuse en decir que tenga usted buenas noches.

Sonreí al sentirla y con mirada coqueta y a la ves desinteresada, dejé q me besara la mano, y dije: "hermano, el caballero debe irse ya, seguramente tiene compromisos importantes, no podemos detenerlo más".

Esas palabras fueron sin duda la mejor despedida. Aquel gentil hombre no era su acompañante, si no su pariente. Una sensacion de felicidad me envolvia de pies a cabeza.

Tomé a mi hermano del brazo y lo llevé hacia el café, antes de entrar giré y lo vi por última vez, y agitaba en el aire victoriosa la tarjeta que había descubierto en el paquete segundos antes.

Sin pensarlo mas, tome el taxi. Mientras, pensaba, al dar las instrucciones al conductor, algo distraido, en que no me equivoque en ponerle en aquel paquete la cita anónima a un lugar romantico. Ahora lo dificil de suponer era si asistiria, si sabría que era yo.